¡Caaracha, negro!
-Ahh, compromiso serio éste de hablar de Simón Díaz.
-Sí, serio es. Un compromiso serio es, respondería un guabino.
-Pero, como que no es tan serio el asunto.
-No, tan serio como que no es, responde el mismo guabino
-No, tan serio como que no es, responde el mismo guabino
¿Qué decir que no se sepa de Simón Díaz? ¿Acaso queda algo por decir del Tío Simón? Quizás, ¿qué compuso otra tonada?
El asunto es que Simón Narciso Díaz Márquez, nacido en Barbacoas, estado Aragua, una fresca mañana del 8 de agosto del año de la gracia de 1928, está otra vez de cumpleaños. Ochenta y tres inviernos, veranos, primaveras y, por fin, el otoño.
-No, no, ese como que no le toca. Por aquí no hay eso. Solo invierno y verano.
Y Venezuela celebrando con él. ¡Cómo no! Si parejeros como somos los venezolanos, ya nos tomamos al Tío Simón como patrimonio (propiedad, pertenencia, heredad, fortuna) nuestro.
Pero es que a decir verdad, el Tío Don Simón Díaz es nuestro. Tan nuestro como la arepa de maíz pilao´, o las caraotas negras, la fruta e’ burro y la guarapita…
-Oiga, anóteme ahí sus tonadas, que también son nuestras.
De Barbacoas para el mundo
Jamás imaginaron sus padres, el maestro Juan Díaz y doña María que aquel niño llorón a todo gañote de las primeras horas de vida pondría tan en alto el nombre de Venezuela y haría conocer en el mundo entero el nombre de Barbacoas.
-¿Eso no es algo que se usa pa…?
-No, ese es un pueblito ribereño del río Guárico, por los lados del estado Aragua.
-Ahhh, usted disculpe.
Compositor, arreglista, cantante y aprendiz tempranero en la universidad de la vida y de la calle, Simón Díaz no se había hecho mayor cuando tuvo que asumir las riendas de la familia, como hermano mayor, luego que muriera su padre, allá en Villa de Cura. Antes, la familia completa había pasado, vivido y trabajado en Turmero, Maracay, Magdaleno y La victoria.
Después, ya sin el taita, recalaron en San Juan de Los Morros, en el estado Guárico. Simón Díaz, sin duda alguna, un orgullo de mi estirpe, nos dice en verso su vida de aquellos años:
"Mi vida en Coplas"
A mí que era el mayor “Se queda jefe de la casa,
me llamó antes de morir señalándome, me dijo
y me dio nobles consejos sé padre de tus hermanos
que aún yo conservo aquí. y con tu madre, un buen hijo".
Trabajo con dignidad En la cabeza el rollete
hicimos mi madre y yo, y un azafate colmao
ella lavó ropa ajena majareta, tequiche
mientras yo serví de "pión". de arepa de "mai pilao".
Y mi madre se doblaba
a orillas del río San Juan,
lavando ropa ajena
para redondear el pan.
Ya no se escuchan los cantos de arreo ni otros cantos de trabajo que antaño le agregan al ordeño otro pedazo de canto. Ya no se reúnen de noche, o al caer la tarde y terminada la faena, los vaqueros a escuchar los cuentos de los viejos arrieros y campesinos, los cuentos de muertos y aparecidos, fantasmas y ánimas en pena.
No, todo eso desapareció. Pero hay todavía un lazo fuerte que impide que todo ese acervo cultural se olvide totalmente. Es el Tío Simón, empleado como Centinela de lo nuestro. Sin paga ni prestaciones, pero vigilante. Celoso vigilante de esta cultura nuestra.
-Ponte, poonte Mariposa. ¡Maripooosa!
Elba Romero López
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