En tiempos de El Limonero del Señor y
El limonero del Señor
“Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
Y entre sus rizos tembló el
oro
amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
¡Milagro! Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor”.
Y la muchedumbre tomó los
frutos “que el cielo enviaba
Dios”.
“Y se curaron los pestosos
Bebiendo el ácido licor
Con agua clara de Catuche
Entre oración y oración”.
El Cristo de Burgos
Para mil setecientos cincuenta ya existían los templos de
Altagracia y Candelaria, que el 25 de agosto del citado año, así como la
iglesia de San Pablo, fueron erigidos en parroquia por Real Cédula expedida en
el Buen Retiro. En esa época se habían instalado las jerarquías catedralicias en
la antigua ermita de Santiago de León de Caracas, frente a la Plaza Mayor y se
había dado a la iglesia mejor edificación. Tenía ya su torre de tres cuerpos.
Estaban, en general, bien construida las iglesias de la ciudad,,
considerándose, no obstante a la de Altagracia como la de mejor realización.
Desde tiempos remotos se veneraba en la iglesia de Altagracia el
Cristo de Burgos, réplica del que existe en España. Se contaban en la
colom+nial ciudad sus milagros y se repetía la tradición de su aparición. Un
esposo celoso que tenía casi cautiva su mujer, no le permitía recibir en su
casa ninguna visita sin que él estuviera presente.
Una noche de invierno, en una de sus breves ausencias, un
anciano mendigo pidió albergue. Se le hizo pasar a una habitación abandonada,
dándosele pan, huevos y una ánfora de vino. Al regresar el dueño de la casa fue
informado de lo ocurrido. Protestó iracundo.
-Quiero que lo veas-dijo la
esposa, y lo acompañó al sitio donde se encontraba el pordiosero. Al abrir la
puerta, sólo hallaron en medio de un vivo resplandor, la imagen de Cristo
Crucificado. El Cristo de Burgos se represente anciano. Al pie de la cruz el
pan, los huevos y el vino.
Ante el Cristo de Burgos
de Altagracia elevó sus preces durante siglos la Caracas colonial y piadosa.
Hubo un tiempo en que tuvo más devoto que el mismo Nazareno de San Pablo.
La
Semana Santa del Obispo
En
tiempos del Obispo Díez Madroñero en que se acababa de concluir la fábrica del
templo de Candelaria y del templo y convento de la Merced, carecieron de
nombres las calles de la ciudad, se las llamaban según los templos en su
vecindad o se les daba popularmente el nombre de algún personaje notable que
viviese cerca, o el de algún suceso importante ocurrido en ellas.
Decidió
el Obispo Díez Madroñero bautizar las calles con nombres que evocaran la vida y
pasión de Jesucristo, ello además de poner cada casa bajo la protección de un
santo o patrón celestial. Elaboró un plano de la ciudad, que recibieron los
Obispos para su realización. Ocurría esto entre mil setecientos sesenta y cinco
y mil setecientos sesenta y seis.
Desde
entonces, y por unos cuantos años, la ciudad ofrecería con los nombres de sus
calles permanente evocación de la vida y pasión de Cristo, la cual estuvo
representada con los nombres de las calles de Oeste a Este:
*Prendimiento de
Jesucristo,
*La Agonia,
*El Perdón,
*El Testamento,
*La Muerte y Calvario,
*El
Descendimiento,
*El Santo Sepulcro,
*La Resurrección,
*La Ascensión,
*El Juicio
Final.
*La calle de la Amargura es la única que actualmente
conserva su nombre, situada al inicio de la Av San Martín
Recopilación
Elba Romero López
Con datos del Libro Estampas caraqueñas/Graciela Schael Martínez
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