Píntame Angelitos Negros
(y otros poemas)
María Teresa Acosta /Rafael Briceño
http://youtu.be/UoQsLL5J4BQ
Album: El Poeta de Venezuela
María Teresa Acosta /Rafael Briceño/Enrique Benshimol
Archivo Personal: Por radiar
ANDRÉS
ELOY BLANCO
y su obra tienen plena vigencia en el devenir histórico cultural de Venezuela y más allá
de las fronteras nacionales, en toda la literatura universal. El poeta del
Pueblo es más que un apodo suyo, una forma de hacer y perdurar en el inconsciente
colectivo del país.
Puede decirse que AEB “todavía
camina con nuestro pueblo, identificado con él, por calles, avenidas, parques,
plazas, municipios, edificios, escuelas, donde su nombre identifica a un
personaje” que el venezolano se apropió y lo considera suyo aun hoy.
Su obra y él mismo persisten y sigue vigente su acción en la dinámica diaria de nuestra vida, y
persistirá con vigencia en el futuro cuando se haga la historia de muchas facetas
de nuestro devenir social, que aún tienen que afianzarse en esa historia.
Los partidos de masas,
el parlamentarismo, la oratoria, el municipalismo, la educación y la política,
el sentido humano de la democracia, el papel y vigencia de nuestros próceres, plasmados
en su obra poética, literaria y en su actuación, garantizan esa plena vigencia
actual del gran poeta cumanés.
“En la historia de esos
avatares de la vida de nuestro país, el nombre de Andrés Eloy Blanco se
proyectará en grande, por su aporte y el significado de su acción”, dicen –y es
verdad- los estudiosos de su obra.
Andrés Eloy Blanco habló, escribió y dijo cosas diversas, que calaron profundamente en el pueblo; y
escribió con acento tan popular que expresó una completa identificación
entre pueblo y escritor, y cuando cualquier venezolano, en cualquier momento
ojee una página de su vasta obra establecerá inmediatamente una corriente de
simpatía e identificación con ella.
Porque para Venezuela,
Andrés Eloy Blanco no fue sólo el poeta cuyo canto oyó, aprendió y repitió,
sino también un gran escritor y un gran orador, cuya palabra resonó con
brillantez y brío en el periódico y en la plaza pública en horas de efervescencia política, cuando el
país buscaba afanoso nuevos derroteros.
Andrés Eloy Blanco fue fundamentalmente
un hombre de pueblo, genuino, vernáculo, consustanciado con su tierra, con la gente de su
tierra, con los dolores y alegrías de la gente de su pueblo.
“La obra de Andrés Eloy
Blanco, intelectual y humana, lo inscribe en la historia venezolana como uno de
los más prestantes y significativos venezolanos de todos los tiempos. Ella
asegura su persistencia en el recuerdo y reconocimiento de las nuevas
generaciones, y proyecta su vigencia hasta los tiempos actuales”, recalcaba Gilberto J. López años atrás.
Para el común, Andrés
Eloy Blanco es simplemente, Andrés Eloy
quien, para decirlo en términos de su propia obra literaria, todavía anda en su cayuco, cayuqueando por
nuestro golfo, por nuestras costas, en el descanso de sus bahías o enfrentando
vigorosamente la borrasca del chubasco; todavía anda Andrés Eloy en su piragua,
piraguando por ríos y lagunas, caños y esteros, compartiendo con pescadores e indios
el canto de la faena y la esperanza del futuro promisor.
Sucede que Andrés Eloy
Blanco aún no ha tomado la barca del olvido. “No va ya en la barca del olvido”.
Nunca lo hará.
Andrés Eloy Blanco
todavía camina con su pueblo, identificado con él, por calles, avenidas,
parques, plazas, municipios, edificios, escuelas, donde su nombre identifica a
un personaje que el venezolano de hoy considera todavía como uno de los suyos.
"Caracas fue la cuna
Y Angostura la eternidad.(Poema Evocación del indio)
Casa del Congreso de Angostura
Angostura
(...) Y cuando subió la escalera,
Hacia la cumbre del congreso,
Y cuando volvió hacia la playa
Con la república en el pecho,
¿Qué fue, Orinoco, aquella luz
Que te encrespó los músculos y
te erizó los nervios
Y sacudió tus hondas fibras
Desde la planta de Maipures
hasta el puño de Macareo?
¿No era la patria acaso? ¿No era
la patria misma?
La patria secular que te nació
en tu seno
Y vivirá en los siglos, eterna
como el mundo,
Porque si un día se nos muere te
devolverás del océano.
Casiquiare
Ciudadano venezolano,
Casiquiare es la mano abierta
del Orinoco
Y el Orinoco es el alma de
Venezuela,
Que le da al que no pide el agua
que le sobra
Y al que venga a pedirle, el
agua que le queda.
Casiquiare es el símbolo
De ese hombre de mi pueblo
Que lo fue dando todo, y al quedarse
sin nada
Desembocó en la muerte, grande
como el océano.
Canto de los hijos en marcha
(...) Madre, si me matan, no me
entierres todo,
De la herida abierta sácame una
gota,
De la honda melena sácame una
trenza;
Cuando tengas frío, quémate en
mi brasa;
Cuando no respires, suelta mi
tormenta.
Madre, si me matan, no me
entierres todo.
Y una palabra: justicia
Escriban sobre la tumba
Y un domingo, con sol afuera,
Vengan la madre y las hermanas
Y sonrían a la hermosa tumba
Con nardos, violetas y helechos
de agua
Y hombres y mujeres del pueblo
cercano
Que digan mi nombre como de su
casa
Y alcen a los cielos cantos de
victoria,
Madre, si me matan. (Mayo de 1929)
Evocación indígena
Recordad la primera lección:
Nos dice que Colón nos descubrió
en su tercer viaje
Y habla de las corrientes
aquellas que detuvieron a Colón.
En una mano tiene un arco y con
veinte flechas dispara,
Y luchan las tres naves por
avanzar y en vano
Porque en el delta le rechaza
Caracas fue la cuna
Y Angostura la eternidad.
Por los montes andaba la patria
sin bautismo,
Cuando llegó a los llanos, curva
de caminar,
Y entre tus aguas se fundió
contigo
Y fue contigo un solo llanto y
un solo rugido tenaz.
Y bajaste con ella. Te cabalgó.
Su trenza
Era la espiga del escudo y tú
eras el caballo sin paz.
Surcaste las tierras
crucificadas
Y en Angostura le diste tu agua
lustral
Y seguiste con ella: ¡allá va la
república!
Y en las bocas se hace veinte
patrias más
Y se asoma a tus veinte labios
Cuando se va acercando al mar
Y el mar alza en hostias su
mejor espuma
Y en las veinte bocas te pone
sal.
Padre del agua, Orinoco de las
siete estrellas:
Cayó en tus aguas mi parábola
Como un llanto en el fondo de
una mano abierta.
Si el mar te bautiza con la sal
del mundo,
Río de la patria de las siete
estrellas,
Mi parábola desnuda,
Mi llanto manado de una herida
nueva,
Te caiga en el fondo y a la mar
se vaya
Y en el mar se espume y suba en
la niebla
Y en la nube viaje
Y en la montaña llueva
Y salte en la fuente y a tus
aguas torne
Y arda en el brasero de tus
siete estrellas
(Aguas del Orinoco, noviembre de
1927)
La barca futura
Río de las siete estrellas,
Camino del libertador,
Sangre del corazón de América,
¡Aorta que no sale del corazón!
Río delgado de las fuentes
Río colérico de los saltos,
Río de las siete estrellas,
Que en la fuente no llenas el
hueco de las manos
Y luego eres el sueño de un mar
sin continencia.
Río brujo, que te pintas de
todos los cielos,
Río de La Urbana, planicie
pampera,
Río de San Félix, solución de
gloria,
Río de Angostura, cauce de la
guerra,
Río de Barrancas, río de pensar
Cómo puede haber tanta agua en
la Tierra,
Río de nuestra esperanza,
Cuando la esperanza sea
Río de nosotros, nuestro espejo
mismo,
Espejo de esta alma nuestra,
Por la cual, incansable como tú
de horizontes,
Trasudamos en vueltas y
revueltas.
No he de poner mis manos sobre
tu lomo,
No he de pintar tus riberas,
Que si en la izquierda tienes el
corazón de las ciudades,
En la derecha levantas el brazo
de las selvas;
No he de tocar tus aguas, tus
millones de gotas,
Que son el diezmo de las cumbres
para el culto de las praderas,
No he de caminar por tus ondas,
Que ya vendrá el Maestro
caminando por ellas.
Sólo quiero ensanchar los ojos
Hacia el desfile futuro que por
tus aguas navega
Y hacia el desfile del pasado,
Hacia la realidad y la promesa,
Hacia la barca de Antonio Díaz
Y hacia el hondo sueño en que
sueñas
Con la proa del acorazado,
Como los niños campesinos con su
vapor de cuerdas,
Con el barco de acero
Que avance hacia tus fuentes
aureolado de velas
Y parada en el tope la paloma
del Iris,
Abierto el pecho por tus siete
estrellas.
La parima y las fuentes
La parima es el sueño faraónico
Y la piedra de Moisés,
El panal negro de la hermana,
Que el hermano Francisco no vino
a conocer.
Catedral del misterio, sierra
del sur, ignota,
Lengua escondida de la voz del
agua,
Párpado mal cerrado de Dios, que
deja ver
La hebra azul de una mirada.
Yo soñé para tu gloria,
Río de la patria,
Escribir una palabra esencial
En la hoja de la sabana,
Mojando en tus fuentes oscuras
El aguijón celeste de una pluma
de garza.
Pero sólo encontré mi sangre,
Con su rojo tenuado por la
mezcla de las lágrimas.
Sin embargo, te ofrecí venir
¡Y en tu camino estoy!
Tú saldrás de tus fuentes: el
dios de la parima,
El dios indio te abrirá la
puerta
De su gran casa oscura; el viejo
dios
Te dejará venir como todos los
días
Y en tu camino estaré yo
Tú sales de las manos de tu
montaña,
Como sale un milagro de la mano
de Dios,
Como todas las noches, de la
jaula del cielo
Se escapa y va a los campos el
pájaro del Sol.
Los tributarios
Siete caballos, como traílla,
Sin rienda ni silla,
Por siete caminos vienen en
tropel;
Como una traílla de grandes
mastines,
Espesos de espumas, de nervios,
de crines,
Los siete caballos llegan hasta
él.
Él les ve llegar:
El primer caballo le ofrece sus
ancas
Para cabalgar,
El segundo, dale sus espumas
blancas,
Como las del mar,
El otro, en la floja nariz que
palpita
Le da un humo blanco con calor
de hogar,
El cuarto se encabrita
Y el quinto relincha, de azogue
el ijar
Y el sexto murmura y el séptimo
grita
Y el Orinoco es todo lo que
llega al mar.
Los cuatro primeros
Son la guardia de las fuentes,
Los sacerdotes de la palabra
secreta,
La trinchera del indio, cuatro
potros inmóviles
En las cuatro esquinas de su
tumba abierta.
Guardajoyas del misterio:
El Caura y el Guaviare y el
Vichada y el Meta,
Antemurales de la Tradición,
Caballos de San Marcos de los
ríos de América.
El quinto es la piedra que va
monte abajo,
Potro desbocado, cola y crines
negras,
Piedra de diamante,
Luminosa piedra.
Camino arduo de los
conquistadores,
Zarzal de la limpia rosa
misionera,
Breñal por donde se mete
El Cristo buscando ovejas,
Milagro de la conquista,
Caroní, Bucéfalo de América.
El sexto es un caballo alegre,
Con el anca nevada de una garza
llanera;
Vio el engaño del yagual
Y la astucia de las queseras,
Buen amigo de Ulises, el Arauca
de plata
Fue el Caballo de Troya de los
ríos de América.
Y el séptimo fue el río que bajó
de los Andes
Y cruzó el llano, espoleado por
la leyenda,
En el lomo le floreció un
centauro
Injerto del tritón, que tomó las
Flecheras,
Caballo del prodigio, cimarrón
de la hazaña,
Apure es el Pegaso de los ríos
de América.
Y a ti vinieron los siete
caballos
Y entraron los siete por tus
siete estrellas
Y tus siete heridas se te
iluminaron
Cuando detuviste tu carrera,
Porque un hombre triste se
aferró a tu lomo,
Y sentiste sus manos fuertes
como dos riendas
Y marchaste con el hombre triste
Que te pesaba como un mundo, ¡y
tan pequeño como era!
Y así fue que en tu espalda
marchó Alonso Bolívar
Y fuiste el Rocinante de los
ríos de América.
Federico García Lorca
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