Guerras civiles venezolanas | |
Entrada de Castro a Caracas. | |
Fecha | 23 de mayo-23 de octubre de 1899 |
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Lugar | Occidente y centro de Venezuela |
Resultado | Victoria restauradora |
“Ya fulano hizo una rubiera”, o no me vengas con
rubieras, se
oye decir de cuando en vez y de vez en cuando por rumbos de Venezuela. Esta frase, que es a la vez, una expresión
muy venezolana, tiene su origen en la historia de Venezuela de aquellos años de
la Revolución Restauradora, que estalló el 23
de mayo de 1899, encabezada por el
General Cipriano Castro.
En los años siguientes a
la independencia Venezuela anduvo muchos abriles buscando su acomodo, entre
montoneras, escarceos armados, guerra civil, revoluciones, caudillismo y la
invasión de los andinos que se vinieron a la capital, tomaron el mando y no se
querían regresar a su tierra.
Era un “quítate tú pa´poneme
yo”. Un verdadero samplegorio,
o una sampablera, un bochinche, pues. Aquellos días de mayo de 1899 Castro se
puso al frente de 60 hombres y se vino desde Colombia e invadió a Venezuela.
La Revolución Restauradora se conoce también como Revolución Liberal Restauradora o «la invasión de los 60», campaña militar que se
desarrolló entre el 23 de mayo y el 23 de octubre de 1899 y que inició una
guerra civil en Venezuela. Representó la primera participación masiva de los
andinos en la política nacional.
Fue la finalización de
la hegemonía del Liberalismo Amarillo. Joaquín
Crespo (1841-1898), el político más relevante desde los años de Guzmán Blanco, colocó a Ignacio Andrade
en la presidencia de la República, luego de unas elecciones fraudulentas en
1897. Su muerte en la Mata Carmelera plantearía el problema de la sucesión
presidencial.
Cipriano Castro había
estado exiliado 7 años en Colombia (1892-1899),
desde donde esperaba para asaltar el poder. Desde mediados de 1898 sus
partidarios en Táchira habían iniciado una gran actividad y se convirtieron en
una célula conspirativa, al observar la fragilidad del gobierno. Castro
conspiraba e intentó formar una alianza con otro caudillo tachirense exiliado
en Colombia, Carlos Rangel Garbiras,
con el objeto de coordinar una insurrección.
Fracasadas las
conversaciones, El
Cabito (*) decidió invadir a Venezuela con sus
fuerzas, en las que figuraban personajes tales como Juan Vicente Gómez, Manuel
Antonio Pulido, José María Méndez,
Emilio Fernández, Jorge Bello y Pedro María Cárdenas. Le costó logró reunir 60 hombres y cruzó el
río el río Táchira, el 23 de mayo de 1899, dispuesto a derrocar al presidente Ignacio
Andrade.
Después de la batalla de
Cordero, las fuerzas de Castro siguieron hasta la población de Rubio. Cuenta
Luis A. Domínguez en su libro Encuentro con lo nuestro, que en esta modesta
ciudad cometieron toda clase de atropellos: sus sencillos habitantes fueron
vejados y sus hogares entregados al saqueo. Tales fechorías se repitieron
muchas veces en distintos lugares del país.
Ahí comenzó a hablarse de “una rubiera”, frase que alude
a desmanes, atropellos, robos y violencia, entre otros significados.
“Les hicieron una rubiera”.
El citado Luis Domínguez señala en su libro que
hasta tal punto se ha ampliado el significado de esta frase en el sentido de
ocasionar algún desastre, por pequeño que sea, que si alguien rompe algunos
objetos de la casa, se suele decir: “Ya fulano hizo una rubiera”.
Semblanza:
“La figura violenta, contradictoria, alternativamente libertina y heroica de Cipriano Castro contribuye a darle bizarro color y casi epiléptico impulso a la Historia venezolana de los primeros años del 900. No me atrevo a decir que sea uno de esos personajes que Plutarco hubiera querido incorporar entre sus arquetipos. Su personalidad marca, más bien, una hora de crisis de Venezuela. Es el último gran guerrero brotado con toda la fuerza del monte y con una retórica que tiene asimismo la viciosa proliferación de nuestros bejucos tropicales”. Mariano Picón Salas
Cipriano Castro, El Cabito
Juan Vicente Gómez hizo muchas rubieras Ignacio Andrade, presidente impuesto
Adiós maripositas
Autor: Vicente Emilio Sojo
Venezolanos, otra época empieza
Tomada de “Caraqueños,
otra época empieza”, canción original de Andrés Bello, 23 de abril de 1810. Es un hermoso recuerdo de la
liberación original del país.
Tres
siglos después en el inconsciente de los nacidos Venezuela se recuerdan algunas
canciones patrióticas de aquellos de turbulencia de los años previos al
nacimiento como nación soberana de esta tierra de libertadores:
Venezolanos,
otra época empieza
Canción
escrita por Andrés Bello, el 23 de
abril de 1810, adoptado como himno de OLV.
Música: Cayetano Carreño, maestro Capilla de esta Santa Metropolitana
Iglesia.
“Casi llegó a ser el
himno nacional de Venezuela, pero el hado lo relegó al olvido, hasta que fue
reencontrado en este momento de destino para el país. La música es nueva, de
2012, no hemos encontrado la original”.
Sigue teniendo vigencia.
Letra original:
“Canción patriótica de Caracas”
“Venezolanos, otra época empieza,
De la gloria la senda se abrió,
Un movimiento Patriótico y firme,
Nuestra dicha a su cargo tomó...”
CORO:
Fe constante al amado terruño
Venezuela renombre inmortal
A la América toda conozca
Por divisa la fraternidad
Venezolanos, otra época empieza
De la gloria la senda se abrió
Un movimiento Patriótico y firme
Nuestra dicha a su cargo tomó
Ciudadanos, primero la muerte
Que sufrir la extranjera opresión
Cuando llama la Patria al peligro
Vacilar un momento, es traición.
CORO
Los derechos de un pueblo brioso
Defendamos con firme tesón
Invencible firmeza os juramos
Y altas pruebas de heroico valor
¿Qué patriota de nobles ideas
Apetece la torpe inacción?
¿Quién aprecia el reposo entre
grillos?
Ciudadanos, morir es mejor.
CORO
De la Patria es la luz que miramos
De la Patria la vida es un don
Verteremos por ella, la sangre
Por un bárbaro déspota, no.
Su concepto afrentoso deponga
Y dejemos a la admiración
El ejemplo mas grande y sublime
De virtud, de consciencia, y de
unión.
CORO
Fe constante al amado Fernando
A Caracas renombre inmortal;
A la América toda conozca
Por divisa la fraternidad.
Caraqueños, otra época empieza:
De la gloria la senda se abrió:
Un Gobierno Patriótico y firme
Nuestra dicha a su cargo tomó:
No haya mas que un partido,
Patriotas,
No haya mas que una causa, una
voz,
Cuando llama la Patria al peligro
Vacilar un momento, es traición.
CORO
2.
Nobles Jefes, de un Pueblo
alentado
Que el supremo poder os fió,
Invencible firmeza os juramos
Y altas pruebas de heroico valor.
No temáis que jamás en nosotros
Halle entrada la vil seducción:
No temáis que uno solo se afrente
Prefiriendo la vida al honor.
CORO
3.
Los derechos de un pueblo brioso
Defendamos con firme tesón,
Ciudadanos, primero la muerte
Que sufrir la extranjera opresión.
Perecer en defensa tan santa
De un patriota es la digna
ambición:
Merecer de la Patria un recuerdo
¡Que mas honra, que más galardón!
CORO
4.
Sojuzgarnos con artes malvadas
No presuma ese Corso feroz,
Ni cual bestias uncirnos al carro
Que los campos del Tajo asoló.
De la Patria es la luz que
miramos,
De la Patria la vida es un don,
Verteremos por ella, la sangre,
Por un bárbaro déspota, no.
CORO
5.
No mas tiempo los dones preciosos
Que n los Cielos Caracas debió
La avaricia extranjera alimenten
Sin premiar nuestro afán y sudor.
¿Qué patriota de nobles ideas
Apetece la torpe inacción?
¿Quién aprecia el reposo entre
grillos?
Ciudadanos, morir es mejor.
CORO
6.
No suframos que el orbe presuma
Con desdoro de nuestra opinión
Que de América el noble habitante
Al oprobio y al yugo nació.
Su concepto afrentoso deponga,
Y dejemos a la admiración
El ejemplo mas grande y sublime
De virtud, de consciencia, y de
unión.
“Se cantó, con
acompañamiento de la orquesta militar de este Batallón Veterano por el mismo
Carreño y otras seis voces de la propia Capilla que formaban coro la noche del
23 de Abril de 1810, a presencia de la Suprema Junta, frente al balcón de
S.M.Y. Sala, habiéndose merecido de tan alta representación el aplauso de que
considero digno al patriotismo manifestado por ambos compositores, como
igualmente el agrado del numeroso público que fue espectador y repetía la
canción del coro con el mayor entusiasmo”.
Referencias
(*) El Cabito (le petit caporal llamaban
al emperador francés) apodaban a Castro –nació chiquito y chiquito fue de
adulto- por sus aires de grandeza, por emular y querer ser el propio Napoleón
Bonaparte o Simón Bolívar.
Elba Romero López
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