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martes, 12 de noviembre de 2013

Las rubieras en Venezuela


 
Guerras civiles venezolanas
Cipriano Castro in Caracas, 1899.jpg
Entrada de Castro a Caracas.

Fecha23 de mayo-23 de octubre de 1899
LugarOccidente y centro de Venezuela
ResultadoVictoria restauradora

Ya fulano hizo una rubiera”, o no me vengas con rubierasse oye decir de cuando en vez y de vez en cuando por rumbos de Venezuela.  Esta frase, que es a la vez, una expresión muy venezolana, tiene su origen en la historia de Venezuela de aquellos años de la Revolución Restauradora, que estalló el 23 de mayo de 1899, encabezada por  el General Cipriano Castro.
En los años siguientes a la independencia Venezuela anduvo muchos abriles buscando su acomodo, entre montoneras, escarceos armados, guerra civil, revoluciones, caudillismo y la invasión de los andinos que se vinieron a la capital, tomaron el mando y no se querían regresar a su tierra.
Era un quítate tú pa´poneme yo. Un verdadero samplegorio, o una sampablera, un bochinche, pues. Aquellos días de mayo de 1899 Castro se puso al frente de 60 hombres y se vino desde Colombia e invadió a Venezuela.
La Revolución Restauradora se conoce también como Revolución Liberal Restauradora o «la invasión de los 60», campaña militar que se desarrolló entre el 23 de mayo y el 23 de octubre de 1899 y que inició una guerra civil en Venezuela. Representó la primera participación masiva de los andinos en la política nacional.
Fue la finalización de la hegemonía del Liberalismo Amarillo. Joaquín Crespo (1841-1898), el político más relevante desde los años de Guzmán Blanco, colocó a Ignacio Andrade en la presidencia de la República, luego de unas elecciones fraudulentas en 1897. Su muerte en la Mata Carmelera plantearía el problema de la sucesión presidencial.
Cipriano Castro había estado exiliado 7 años en Colombia (1892-1899), desde donde esperaba para asaltar el poder. Desde mediados de 1898 sus partidarios en Táchira habían iniciado una gran actividad y se convirtieron en una célula conspirativa, al observar la fragilidad del gobierno. Castro conspiraba e intentó formar una alianza con otro caudillo tachirense exiliado en Colombia, Carlos Rangel Garbiras, con el objeto de coordinar una insurrección.
Fracasadas las conversaciones, El Cabito (*) decidió invadir a Venezuela con sus fuerzas, en las que figuraban personajes tales como Juan Vicente Gómez, Manuel Antonio Pulido, José María Méndez, Emilio Fernández, Jorge Bello y Pedro María Cárdenas. Le costó logró reunir 60 hombres y cruzó el río el río Táchira, el 23 de mayo de 1899, dispuesto a derrocar al presidente Ignacio Andrade.
Después de la batalla de Cordero, las fuerzas de Castro siguieron hasta la población de Rubio. Cuenta Luis A. Domínguez en su libro Encuentro con lo nuestro, que en esta modesta ciudad cometieron toda clase de atropellos: sus sencillos habitantes fueron vejados y sus hogares entregados al saqueo. Tales fechorías se repitieron muchas veces en distintos lugares del país.
Ahí comenzó  a hablarse de “una rubiera”, frase que alude a desmanes, atropellos, robos y violencia, entre otros significados.  
“Les hicieron una rubiera”.  
 El citado Luis Domínguez señala en su libro que hasta tal punto se ha ampliado el significado de esta frase en el sentido de ocasionar algún desastre, por pequeño que sea, que si alguien rompe algunos objetos de la casa, se suele decir: “Ya fulano hizo una rubiera”.  


Semblanza:

    “La figura violenta, contradictoria, alternativamente libertina y heroica de Cipriano Castro contribuye a darle bizarro color y casi epiléptico impulso a la Historia venezolana de los primeros años del 900. No me atrevo a decir que sea uno de esos personajes que Plutarco hubiera querido incorporar entre sus arquetipos. Su personalidad marca, más bien, una hora de crisis de Venezuela. Es el último gran guerrero brotado con toda la fuerza del monte y con una retórica que tiene asimismo la viciosa proliferación de nuestros bejucos tropicales.  Mariano Picón Salas


                             
Cipriano Castro, El Cabito
                 
Juan Vicente Gómez hizo muchas rubieras  Ignacio Andrade, presidente impuesto

Adiós maripositas
Autor: Vicente Emilio Sojo

Venezolanos, otra época empieza
Tomada de “Caraqueños, otra época empieza”, canción original de Andrés Bello, 23 de abril de 1810. Es un hermoso recuerdo de la liberación original del país.

         Tres siglos después en el inconsciente de los nacidos Venezuela se recuerdan algunas canciones patrióticas de aquellos de turbulencia de los años previos al nacimiento como nación soberana de esta tierra de libertadores:

Venezolanos, otra época empieza

     Canción escrita por Andrés Bello, el 23 de abril de 1810, adoptado como himno de OLV.
Música: Cayetano Carreño, maestro Capilla de esta Santa Metropolitana Iglesia.
“Casi llegó a ser el himno nacional de Venezuela, pero el hado lo relegó al olvido, hasta que fue reencontrado en este momento de destino para el país. La música es nueva, de 2012, no hemos encontrado la original”.
Sigue teniendo vigencia.


Letra original:
Canción patriótica de Caracas

“Venezolanos, otra época empieza,
De la gloria la senda se abrió,
Un movimiento Patriótico y firme,
Nuestra dicha a su cargo tomó...”

CORO:
Fe constante al amado terruño
Venezuela renombre inmortal
A la América toda conozca
Por divisa la fraternidad

Venezolanos, otra época empieza
De la gloria la senda se abrió
Un movimiento Patriótico y firme
Nuestra dicha a su cargo tomó
Ciudadanos, primero la muerte
Que sufrir la extranjera opresión
Cuando llama la Patria al peligro
Vacilar un momento, es traición.

CORO

Los derechos de un pueblo brioso
Defendamos con firme tesón
Invencible firmeza os juramos
Y altas pruebas de heroico valor
¿Qué patriota de nobles ideas
Apetece la torpe inacción?
¿Quién aprecia el reposo entre grillos?
Ciudadanos, morir es mejor.

CORO

De la Patria es la luz que miramos
De la Patria la vida es un don
Verteremos por ella, la sangre
Por un bárbaro déspota, no.
Su concepto afrentoso deponga
Y dejemos a la admiración
El ejemplo mas grande y sublime
De virtud, de consciencia, y de unión.

CORO

Fe constante al amado Fernando
A Caracas renombre inmortal;
A la América toda conozca
Por divisa la fraternidad.

Caraqueños, otra época empieza:
De la gloria la senda se abrió:
Un Gobierno Patriótico y firme
Nuestra dicha a su cargo tomó:
No haya mas que un partido, Patriotas,
No haya mas que una causa, una voz,
Cuando llama la Patria al peligro
Vacilar un momento, es traición.

CORO

2.
Nobles Jefes, de un Pueblo alentado
Que el supremo poder os fió,
Invencible firmeza os juramos
Y altas pruebas de heroico valor.
No temáis que jamás en nosotros
Halle entrada la vil seducción:
No temáis que uno solo se afrente
Prefiriendo la vida al honor.

CORO

3.
Los derechos de un pueblo brioso
Defendamos con firme tesón,
Ciudadanos, primero la muerte
Que sufrir la extranjera opresión.
Perecer en defensa tan santa
De un patriota es la digna ambición:
Merecer de la Patria un recuerdo
¡Que mas honra, que más galardón!

CORO

4.
Sojuzgarnos con artes malvadas
No presuma ese Corso feroz,
Ni cual bestias uncirnos al carro
Que los campos del Tajo asoló.
De la Patria es la luz que miramos,
De la Patria la vida es un don,
Verteremos por ella, la sangre,
Por un bárbaro déspota, no.

CORO

5.
No mas tiempo los dones preciosos
Que n los Cielos Caracas debió
La avaricia extranjera alimenten
Sin premiar nuestro afán y sudor.
¿Qué patriota de nobles ideas
Apetece la torpe inacción?
¿Quién aprecia el reposo entre grillos?
Ciudadanos, morir es mejor.

CORO

6.
No suframos que el orbe presuma
Con desdoro de nuestra opinión
Que de América el noble habitante
Al oprobio y al yugo nació.
Su concepto afrentoso deponga,
Y dejemos a la admiración
El ejemplo mas grande y sublime
De virtud, de consciencia, y de unión.


“Se cantó, con acompañamiento de la orquesta militar de este Batallón Veterano por el mismo Carreño y otras seis voces de la propia Capilla que formaban coro la noche del 23 de Abril de 1810, a presencia de la Suprema Junta, frente al balcón de S.M.Y. Sala, habiéndose merecido de tan alta representación el aplauso de que considero digno al patriotismo manifestado por ambos compositores, como igualmente el agrado del numeroso público que fue espectador y repetía la canción del coro con el mayor entusiasmo”.

Referencias

(*) El Cabito (le petit caporal llamaban al emperador francés) apodaban a Castro –nació chiquito y chiquito fue de adulto- por sus aires de grandeza, por emular y querer ser el propio Napoleón Bonaparte o Simón Bolívar.

Elba Romero López

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