Quiero compartir esto que escribí después de llegar a mi casa de caminar la ciudad.
Aquiles
Caracas caminada.
Camino Caracas en secreto y observo sus rejas. Las casas que antes tenían jardines , se llenaron de muros, de paredes y alambres. Los negocios bajan sus santamarías después que el sol apenas sucumbe en su intensidad. La gente tensa, llena de discordia. Una suerte de paranoia colectiva traducida en hostilidad. Esa no es la imagen amable del Caraqueño que recuerdo. Esa no es la ciudad de mi infancia o de mis recuerdos.
Solía jugar béisbol en el bloque 7 y 8 de Simón Rodríguez, ir a ensayos en Sarria, Serenatas en el Manicomio, 23 de enero, conciertos en Ruiz Pineda, en la Pastora, sancochos en Las Adjuntas. No tenia carro, me desplazaba en carritos por puesto y metro cuando este apenas empezaba a funcionar. No recuerdo el temor en la gente. Había inseguridad, pero se podía salir de tocar y esperar mi camionetica a las 2 am. ¿Que ha pasado?, ¿Se nos perdió nuestra ciudad?. El encanto de caminarla se transformó en acoso, paranoia y agonía. La urbe colapsa en sus cimientos, se entrega arruinada al caos y a la desidia. Caminar por esta ciudad que siento tan mía me llena de angustia. De cierta forma la he perdido. Andar por sus avenidas es causal de temor y en su tráfico confluye la anarquía. Sus paredes llenas de olvido y consignas que nunca borraron. La ciudad se llenó de violencia y hostilidad. Han borrado su historia. Sus techos rojos se tornaron grises.
Quisiera cambiarla, volver a lo que fue. ¿Quién no quiere una ciudad donde se pueda caminar sin miedo, donde los niños jueguen en sus espacios y no sean los presos de las rejas en edificios blindados por el temor?. ¿Quién no quisiera salir a la calle teniendo solo dos y no más ojos de lo que nos dio la naturaleza observando en 360 grados, los fantasmas de la inseguridad?. Yo quiera caminar y no voltear, poder sentirme en paz y seguro.
Tenemos que recoger los escombros que han dejado las miserias, miserias que nos han empobrecido más que todo del corazón. Se ha deteriorado el alma de nuestras calles. El verde de su montaña se ha perdido entre tanto concreto. Pero la sigo amando cuando en sus tardes donde se torna Catia colorada en el ocaso y se llena de amarillo Petare en sus mañanas.
Cierro los parpados y recuerdo su amabilidad, sus espacios y su aroma entre montaña y lluvia. ¿Dónde buscarla? ¿Dónde encontrarla?. Aún así la sigo amando. Quisiera que vuelva a su esencia. Hoy te camino Caracas con tu gente llena de esperanza, te observo y te amo, te recuerdo y me embarga la nostalgia.
La música de Aquiles Báez:
Tamborito