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viernes, 6 de febrero de 2015

Teresa de Ávila





Santa Teresa de Jesús o Teresa de Ávila, amó con tanta pasión que su poesía sigue retumbando y sorprendiendo. Quizá no es eso lo que quiero decir, pero en todo caso, le escribí un poema tratando de entender.
La descalza
A veces Dios se quedaba dormido
en aquel corazón de mujer
y al despertar recorría el paisaje
donde ella sembraba su humildad
Con sólo pronunciar una palabra
ella lo acariciaba
y él se escondía como un niño del campo
porque sentía temor a ser mirado
Los sentimientos se volvían ramas
cuando Dios asumía su esencia vegetal
y ella endulzaba los frutos
con los soles del Credo y el Ave María

Un alboroto de ángeles
alumbró su piel
para que fuera digna
de veneración y de suplicio
Quizá el Señor alentó su pasión
con fuego de dragones y volcanes
y por eso no hay vientos que puedan
soplar esa llama
Si atravesara sus venas
y su corazón lo bombeara
el Himalaya sería diminuto
ante las cimas colosales de su amor
La fe que desaparece y reaparece
sólo fue torrentosa el día que ella
se entregó en cuerpo y alma
al gran poema
El Señor de la poesía nos escribió
a su imagen y semejanza
para devolver a la descalza
un amor multiplicado
Su cuerpo sublime terminó en capullo
y aquel espíritu que podía atravesar
todas las esferas del sentir
habita este corazón este corazón



Con su permiso.


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