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viernes, 7 de diciembre de 2012

Ni tan calvo ni con dos pelucas



FW: Rv: MI TIO POROTO, LA HISTORIA DE MUCHOS 

Y MUCHAS (MUY BUENO, LEERLO) muy bueno
Recibidos
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Juan Tomas Torres




PARA MIS AMIGOS  QUE SIMPLEMENTE ESTÁN EN POSICIÓN 
DE DESCANSO, LÉANLO CON DETENCIÓN, MEDITEN Y 
APLIQUEN SI LO ESTIMAN PERTINENTE

Mi tío Poroto se encontraba bien de salud, 
hasta que su mujer, 
mi tía Porota, a instancias de su hija,
 mi prima Tota,
 le dijo:

-Poroto,
 vas a cumplir 70 años, 
es hora de que te hagas una revisión médica-

-Y para qué?, 
si me siento muy bien-

-Porque la prevención debe hacerse ahora, 
cuando todavía te sentís joven-, 
contestó mi tía.

Por eso mi tío Poroto fue a consultar al médico.

El médico, 
con buen criterio, 
le mandó a hacer exámenes y análisis de
todo lo que pudiera hacerse

 y que la obra social pagase.
 
A los quince días el doctor le dijo que estaba
bastante bien, 
pero que había algunos valores en los estudios

que había que mejorar.
 Entonces le recetó 
Simgras Grageas para el colesterol, 
Bobex para el corazón,
Diabetol Plus para prevenir la diabetes, 
Total Vitaminol, complejo vitamínico,
 Abajopres para la presión, 
Alergicatel para la alergia.
 Como los medicamentos eran muchos
 y había que proteger el estómago, 
le indicó Omeopancex.
 
Mi tío Poroto fue a la farmacia 
y gastó una parte importante de su jubilación 
por varias cajitas primorosas de colores variados.

Al tiempo, 
como no lograba recordar si las

pastillas verdes eran para la alergia,

 las debía tomar antes o después de las cápsulas para
el estómago,
 y si las amarillas para el corazón, 
iban durante o al terminar las comidas, 
volvió al médico.

Este, 
luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas,
 lo notó un poco tenso y algo contracturado, 
por lo que le agregó 
Nervocalm y Aflojex Max.

Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, 
el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila
 para que él pasara por el medio, 
mientras ellos lo aplaudían.

Mi tío, 
en lugar de estar mejor, 
estaba cada día peor.

Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina
 y casi no salía de su casa, 
porque no pasaba momento del día
 en que no tuviera que tomar una pastilla.

A la semana,
 el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos
 que él usaba lo nombró
 "cliente protector" 
y le regaló un termómetro,
 un frasco estéril para análisis de orina 
y una birome (bolígrafo) con el logo de la empresa.

Tan mala suerte tuvo mi tío Poroto
que a los pocos días se resfrió
 y mi tía Porota lo hizo acostar como siempre, 
pero esta vez, 
además del té con miel, llamó al médico. 
Este le dijo que no era nada, 
pero le recetó Gripedin Dúo 
y un antibiótico, Sanaxidal.

Para colmo, 
mi tío Poroto se puso a leer los prospectos 
de todos los medicamentos que tomaba 
y así se entero 
de las contraindicaciones,
 las advertencias,
 las precauciones,
 las reacciones adversas,
 los efectos colaterales
 y las interacciones médicas.
 Lo que leía eran cosas terribles. 
No sólo se podía morir, 
sino que además podía tener 
arritmias ventriculares,
 sangrado anormal, 
náuseas, 
hipertensión,
 insuficiencia renal, 
parálisis, 
cólicos abdominales, 
alteraciones del estado menta
l y otro montón de cosas espantosas.

Asustadísimo, 
llamó al médico, 
quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas 
porque los laboratorios las ponían por poner.

-Tranquilo, Don Poroto,
 -no se excite- 
le dijo el médico.
 mientras le hacía una nueva receta 
con Antideprezol Forte Supositorios.
 
En ese tiempo, 
cada vez que mi tío cobraba la jubilación, 
iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado cliente 
VIP.

Esto lo hacía poner muy mal, 
razón por la cual el médico 
le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.
 
Llegó un momento en que al pobre de mi tío Poroto
 las horas del día no le alcanzaban para tomar todas las
pastillas, 
por lo cual ya no dormía, 
pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.

Tan mal se había puesto que un día,
 haciéndole caso a los prospectos de los remedios,
 se murió.

Al entierro fueron todos, 
pero el que más lloraba era el farmacéutico.

Aún hoy, 
mi tia Porota afirma que menos mal que lo mandó al
medico

a tiempo, porque si no, 
seguro que se hubiese muerto antes.-

 Este e-mail
 está dedicado a todas mis amistades, 
ya sean médicos
 o pacientes..!!!

 CUALQUIER SEMEJANZA CON LA REALIDAD ES 
 " P U R A  C O I N C I D E N C I A "
 
 

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