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sábado, 29 de diciembre de 2012

Venezuela adentro: Cueva del guácharo




Cueva del Guácharo: siete kilómetros y medio de esculturas asombrosas ( II)

   Hace 60 años una intrepidez casual de cinco venezolanos hizo posible el descubrimiento del lado oculto del Monumento Natural Alejandro de Humboldt, en la serranía de Caripe, al norte del estado Monagas. Desde ese día, la Sociedad Venezolana de Espeleología ha organizado numerosas expediciones a esta área vedada al público. Esta es una descripción aproximada de lo que allí existe.
Investigación y texto:       Periodista  FABRICIO OJEDA D.   
   
    RAREZAS Mantos y estalactitas que semejan hielo o tocineta y caprichosas elicotitas destacan entre miles de formaciones del área vedada  
   CARIPE.- Luego de atravesar bajo el agua la grieta conocida como Paso del Viento y caminar 200 metros como trogloditas por el Pasillo del Jorobado, se llega a la antesala de dos accidentadas sendas que conducen, una hacia el Cuarto del Chorro y otra, al resto del área oculta de la Cueva del Guácharo
    Rumbo hacia el manantial subterráneo, el guía Govinda Galindo recuerda que según la cronología llevada por la Dirección Nacional de Parques, en 1946 "un grupo de cariperos", integrado por Víctor Ciliberto Pérez, José Salvador Cardona, Luis Silva Rodríguez, el guía Jesús Agustín Rodríguez y el caraqueño Francisco Vera Izquierdo, se atrevió a cruzar el inundado hueco que separa los sectores turístico y no turístico de la segunda caverna de Venezuela. 
     Ese día se abrió una nueva etapa en la exploración de la hasta entonces desconocida zona.  Germán López, baquiano por 15 años y guachimán nocturno de la cueva desde hace 21, narra así la historia de esos osados pioneros que de manera casual vencieron la garganta inundada. 
   "En la noche estuvieron de fiesta y al otro día se fueron a ‘sacar el ratón’ en el agua fría de la cueva. Siguiendo el curso contrario al río descubrieron que detrás del hueco por donde salía la corriente continuaba la cueva y por allí se metieron"
  Ascenso peligroso
   La ruta hacia el Cuarto del Chorro es lodosa y accidentada, con enormes y resbaladizas rocas caídas en sucesivos derrumbes, las cuales hay que sortear con sumo cuidado para evitar caer en los abismos y lagunas que por allí abundan. 
   Entre las tinieblas, el brillo del farol arranca destellos de cristales en las paredes y los techos, de donde penden grandes estalactitas y surgen unos raros espeleotemas calizos llamados elicotitas, cuyas caprichosas figuras desafían la gravedad y están presentes durante casi todo el trayecto. 
   En este lugar se puede admirar las primeras estalactitas totalmente blancas, tan parecidas al hielo que los exploradores bautizaron el área como “los glaciares”.  Galindo explica que el color de estas formaciones cuyas puntas llegan a ser transparentes y dan la sensación de estar congeladas, se debe a dos razones fundamentales: una, que son de carbonato de calcio puro, no contaminado con óxido de hierro, barro u otras sustancias presentes en el suelo. La otra es que siguen vírgenes, intocadas por el hombre. 
     El ruido del torrente hace pensar que afuera llueve, pero al final de la galería el caudal del agua es bajo en comparación con la corriente que según Galindo se forma en invierno.  Luego de una hora de dificultoso recorrido, el grupo retorna a la encrucijada donde se desvió, dispuesto a enfrentar un nuevo desafío que los guías llaman “la piedra del mecate”. 
   Esta no es más que una babosa pared de aproximadamente 7 metros de altura, de la cual cuelga una húmeda cuerda con nudos que debe usarse para escalarla al estilo “Batman”: haciendo un ángulo recto de 90 grados con las piernas y el torso para poder “caminar” sobre el muro. Vencida la barrera luego de varios intentos, los excursionistas deben arrastrarse por un túnel angosto y zigzagueante denominado el Paso de la Culebra, que por estrecho es imposible de penetrar por gente corpulenta. 
    A ésta no le queda más remedio que trepar una abrupta barricada de piedras para llegar al próximo destino. Luego del hoyo “culebrero”, la vista se ensancha en una enorme galería conocida como el Gran Salón del Derrumbe. En este amplio espacio, descubierto en 1949 por Jesús Agustín Rodríguez y un grupo de excursionistas, puede observarse por primera vez las llamadas “tocinetas”, curiosas formaciones pétreas que parecen cortinas de embutido de cerdo. 
   En este mismo sitio los espeleólogos Wilmer Pérez La Riva y Oscar Garbisu permanecieron en 1967 durante un mes continuo sin salir. Así realizaron estudios sobre el comportamiento fisiológico humano en esas condiciones de aislamiento.  Con ellos acamparon los científicos de la Sociedad Venezolana de Espeleología que elaboraron el primer plano y descripción de la parte no turística de la cueva, publicado en 1971. 

El refrigerador

   Del Gran Salón del Derrumbe, la travesía de 7.513 metros prosigue entre efigies de piedra cada vez más impresionantes.  Con los ojos bien abiertos se cruza el Salón Alen (en honor a uno de los primeros en explorar esta zona de la cueva y llegar hasta su final), el tobogán (donde no queda otra salida que deslizarse por una prolongada pendiente de lodo) y la Galería del Río, compuesta por dos ramales que pueden alternarse de ida y vuelta: el Paso de los Cuchillos y (el Paso) de la Gallina.
  De las paredes del primero surgen filosos espeleotemas que parecen puñales.  El nombre del segundo proviene de la reacción de temor que, según Galindo, más de un aventurero ha tenido al tratar de superarlo, pues se deben saltar dos profundas zanjas de forma consecutiva, sin detenerse y apoyando fugazmente un pie sobre una delgada losa que pende transversal entre ambas aberturas. 
  Luego viene el Salón de los Italianos. Allí las elicotitas dan su primer espectáculo, remedando platillos de espaguetis. Más adelante, estas singulares extensiones rocosas adoptan formas que semejan telarañas, flores, raíces, erizos y algodón.  
   En la galería Río de Hielo, después del imponente Salón de los Gigantes, los muros parecen estar cubiertos de escarcha. Pese a que la temperatura constante en el interior de la gruta es de 19º centígrados, da la impresión de estar encerrado en un congelador y esto provoca sensación de frío. El recorrido entre grietas, cornisas y pendientes tiene dos límites: el Salón de las Copas y el de la Virgen. El primero, de más belleza, es una piedra madre forrada de cristales erosionados por el tiempo, algunos con forma de envase para tomar vino. El segundo es el Salón de la Virgen, considerado el final de la cueva, a 10.2 kilómetros del portal. Allí, una estalagmita evoca la imagen de La Coromoto.  
     En el mismo lugar fue dejada hace años una figura de yeso de la Virgen ataviada con flores plásticas, como un homenaje de los espeleólogos a su santa patrona. 
   Gotas calcáreas
   El Parque Nacional El Guácharo tiene una extensión total de 62.700 hectáreas, repartidas en dos grandes áreas entre los estados Monagas y Sucre. La primera zona protegida, decretada en 1975, abarca el sector Cerro Negro, donde está ubicada la cueva. Tiene 155 millones de metros cuadrados. 
    La segunda área fue resguardada ambientalmente en 1990, cuando estudios determinaron que gran parte de las semillas con que se alimentan los guácharos provienen de la zona boscosa denominada Mata de Mango (47.200 ha). En ambas zonas residen unas 100 familias ya censadas, trabajan ocho guardaparques, un perito forestal, uno administrativo, dos vigilantes y una aseadora.  Desde agosto de 2005 no se cobra entrada a la gruta. Los guías sólo perciben propinas. 

Las cifras 

   472 metros es el trecho de la cueva que recorrió el naturalista alemán Alejandro de Humboldt en 1799.  1.200 mts caminó el geógrafo Agustín Codazzi en 1835. Fue el primero en llegar al lugar que hoy visitan los turistas. 

Recomendaciones

  Para penetrar en el área turística de la Cueva del Guácharo, deben acatarse las siguientes normas impuestas por el Instituto Nacional de Parques (Inparques):  
*Toda persona o grupo que entre a la cueva debe estar acompañado de un guía autorizado.
* Ningún baquiano puede introducir a la caverna grupos de más de 10 personas.  
*Los visitantes nunca deben salir de la cueva o del sendero sin estar acompañados del guía, cuyas indicaciones están obligados a obedecer.   
*El uso de luces distintas a la utilizada por el guardaparques no está permitido en el área donde viven los guácharos.  
*No se debe tomar fotografías con flash. Tampoco se puede fumar, ingresar con morrales, alimentos y bebidas, romper o llevarse los espeleotemas, molestar a la fauna ni dejar basura o cualquier otro objeto extraño en la caverna.
*Está vedado el ingreso de mascotas. 
Fuentes / J.A.B / Inparques  




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