Los orígenes del coleo
en Venezuela se ubican en la segunda mitad del siglo XVI, cuando llegaron a los
llanos venezolanos los primeros rebaños de ganado, traídos por los españoles.
Esta actividad, que algunos llaman fiesta, se originó en la faena del campo en
los tiempos cuando no había empalizadas y el traslado del ganado había que
hacerlo por trochas.
El abastecimiento del
país provenía de los Llanos y de Oriente, lugares donde se criaba al ganado, cuyo
traslado se hacía a pie, complicado y se dificultaba reunirlo. Ocurrió que un
día los arrieros se percataron que derribando al toro lo cansaban y luego con
facilidad lo integraban al grupo y se facilitaba el arreo.
Yaracuy con la cola
Una primera hipótesis sobre
el origen del coleo en Venezuela plantea que está en la fiesta de Canas y Toros, muy
popular en España por aquel entonces. Esta fiesta tenía dos tipos de
competencias, la primera corresponde a las Canas, que era una especie de torneo de
gladiadores a caballos, armados de duras lanzas de madera y escudos de cuero; y
la segunda, relativa a los toros, eran capeas de toreadores a pie o cabalgando
con lanza y rejón.
La segunda hipótesis
señala a la muy antigua suerte del derribo, del acoso o del rejón campero, como
origen del coleo. Esta suerte consiste en derribar una res a toda carrera,
valiéndose el jinete de una vara o rejón apoyado del brazo para impulsar al
nivel del cuadril, cerca de la cola un extremo de estos implementos, con el que
hace fuerza y así derriba al animal hacia el lado contrario.
En Venezuela la primera
coleada a pie se celebró en Venezuela el día de San Sebastián, en la ciudad de Nirgua, durante la expedición de Don
Diego de Lozada. Primitivamente se utilizó como un recurso del hombre para
dominar al ganado salvaje y bravío.
Los antiguos mestizos
ciollos cambiaron el rejón traído por los españoles, por la mano y agarraron
directamente la cola, como medio más funcional y práctico y de innovación
siempre presente en todo proceso de transculturización.
Entre estas dos
hipótesis la segunda se hace más creíble por su procedencia de carácter rural,
ya que la primera era una fiesta de gran gala y tronío, propia de la nobleza
española de la época. Refuerzan esta tesis las escenas grabadas en sepulcros de
antiguas civilizaciones, que muestran al pastor a pie tomando al astado por la
cola.
Existe otra versión que señala a los Toros Coleados como un epifenómeno transcultural americano en suelo español, es decir, un uso americano llevado a la madre patria. Esta
fiesta y deporte hoy se practica en Venezuela con estilos y normas muy
distintas al resto de otros países del continente americano, donde también es
una tradición en los llanos de Colombia, fronterizos con la llanura venezolana;
en la Provincia de Parabia, en Brasil; en las muy populares charreadas
mexicanas, en Canadá y en Estados Unidos. En Canadá y Estados Unidos se les
conoce como Rangers o cowboy.
José Antonio Páez, el mejor coleador del
Siglo XIX
Crónicas anteriores a
la guerra por la Independencia dan testimonio de la destreza y habilidad que
mostraba el General José Antonio Páez
en el recio y temerario ejercicio del coleo.
“Era costumbre que para
celebrar la fiesta de los Toros Coleados se adornaban las principales
calles del pueblo y se levantaban las famosas talanqueras y templetes que
serían ocupados por las jóvenes del lugar. Las puertas y ventanas de las casas
se engalanaban con guirnaldas y lazos, mientras se escuchaban, unidos a la
alegría de los pobladores, los acordes de los músicos invitados a tal efecto,
acompañados de cohetes que se hacían sonar para realzar la celebración.
Al echar los toros a la
calle, los jinetes se peleaban por tomar la cola del animal y demostrar su
destreza, para al final recibir como premio la cinta preparada por las gentiles
manos de las damas del lugar presentes.
El General José Antonio Páez fue uno de los primeros
coleadores y durante su presidencia impuso al coleo como espectáculo en todas las
fiestas. Desde los primeros años el coleo es una actividad popular renombrada,
infaltable en las fiestas patronales de los pueblos y caseríos, donde adquiere
carácter de rito, presente en las festividades cada vez que se celebra la solemnidad
del día del Santo Patrono.
Las esquinas del coleo caraqueño
En Caracas, se coleaba
entre las esquinas de El Carmen a
Municipal, ya que allí se encontraba la residencia presidencial “La Viñeta”.
También se coleaba en la calle entre las esquinas de
Romualda a Candelaria y en la calle principal de la parroquia de San Juan.
Los Toros Coleados en Venezuela han estado vinculados con la política, la iglesia y asuntos sociales. Los
cronistas recuerdan que en 1797, cuando la conspiración de Gual y España, se soltaron los toros a la calle en una estrategia
para distraer la atención del pueblo y de las autoridades.
La Iglesia
constantemente amenazaba a los coleadores con ex comulgarlos, pues se rechazaba
que se incluyera tal jolgorio pagano en esa festividad pagana, “con esos hombres”. ¡Que sacrílegos esos jinetes! Sin embargo, no hubo excomunión alguna.
Durante la presidencia
de los Monagas y los dos períodos de
Joaquín Crespo, el coleo tuvo un
gran auge, debido a la afición que ambos sentían por este deporte. Hubo un receso
durante los gobiernos de Rojas Paúl,
Andueza Palacios y Andrade, nada
aficionados a los toros. En la época del gobierno de Juan Vicente Gómez, los Toros Coleados pasaron nuevamente a la
categoría de espectáculo principal en los Programas Oficiales y Fiestas
Patronales.
En las tardes de toros surgen grandes amistades y pasiones, como la que recuerda la historia de los amores del General José AnPáez con Barbarita Díaz, quien fue su amante durante muchos años.
Coleo, fiesta y romances
ARMANDO GONZALEZ-CABALLO BAYO NARANJO.mp3
En las tardes de toros surgen grandes amistades y pasiones, como la que recuerda la historia de los amores del General José AnPáez con Barbarita Díaz, quien fue su amante durante muchos años.
Coleo, fiesta y romances
ARMANDO GONZALEZ-CABALLO BAYO NARANJO.mp3
Las cintas con las que
se premia a los jinetes que hacen buena faena para tumbar al toro,
a menudo traen por detrás el nombre y teléfono de la premiadora, lo cual puede
dar inicio a una nueva amistad y en muchos casos a romances.
Además de fuente de inspiración amorosa, el coleo ha nutrido la musa en diferentes
expresiones artísticas. En Literatura está el legado del escritor costumbrista Daniel
Mendoza. Rómulo Gallegos, en la novelística, Luis Iriarte, en la poesía
nativista, Germán Fleitas Veroes, Inocente Carreño y Manuel Rodríguez Cárdenas, en la poesía. En música se han compuesto coplas, corríos,
joropos, pasajes y seis por derecho inspirados en este espectáculo. En el
refranero popular, encontramos la frase “Vivito y coleando”, famosa desde la época
posterior a la Independencia.
El Coleo ya no se
practica en las calles de los pueblos, sino en mangas especiales que limitan el
espacio. Al principio las empalizadas eran de madera y los espectadores tenían
que encaramarse sobre ellas para poder disfrutar del espectáculo; ahora son
metálicas y están dotadas de tribunas.
También se limita el
número de coleadores por tanda. Antes era infinito, hoy no puede haber más de 4
coleadores dentro de la manga. Igualmente se reglamentó el tiempo de la estada
del toro dentro de la manga, a 5 minutos para evitar el excesivo maltrato del
animal; se incorporaron nuevos jueces, y la exigencia del peso del toro se
ubicó alrededor de los 500 kilogramos.
Entre todos los cambios
hechos a los toros coleados, quizás el cambio que más choca a la vista es la
indumentaria, pues antes se coleaba en Liquilique y con sombrero Pelo e' Guama
y ahora los jinetes usan casco como medida de protección y los coleadores han
impuesto el Blue-Jeans como vestimenta, quizás más cómoda, pero menos criolla.
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