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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Pulperos, pulperías y el servicio de adentro




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Pulpería Juan Bta.Arteaga.Caracas 1908. Había de todo, Jamón Serrano, Salmón, Aceite de Oliva, Leche Suiza
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El Cura
Los Cañoneros
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En tiempos de la Colonia, entre los siglos XVIII y XIX se desarrollaron y tuvieron gran auge en Venezuela las pulperías. Estos establecimientos fueron los antecedentes de los abastos y las pulperías bodegas que luego dieron paso a los supermercados. En Venezuela tuvieron vigencia hasta bien avanzado el siglo veinte.
Las pulperías tienen un origen antiguo, y llegaron al Continente Americano desde la Península ibérica a través de los invasores árabes que permanecieron 700 años dejando una profunda huella cultural. Estos mercados persas y fenicios dieron origen a la pulpería, la cual se tiene como un establecimiento comercial de factura americana. La historia relata que durante la conquista a América, los españoles trajeron la influencia árabe o Zoco que consistía en la venta de comidas, telas, especias asiáticas, mirra e inciensos.

Una totuma de aguardiente

Los primeros pulperos fueron los canarios, quienes usaban como medidas y pesos patrones de origen árabe, como el “almud o la fanega”. Los criollos americanos tenían como medida la totuma y era común escuchar a los pobladores pedir en la pulpería “deme una totuma de aguardiente”.
Las pulperías acostumbraban a utilizar las trojas para el almacenamiento de alimentos, que hacían en la parte alta del establecimiento y su acceso era con una escalera. Eran de madera fuerte, para poder soportar grandes pesos como las fanegas de café, de papelón (en panela), pescado salado y granos, entre otros rubros. Los indígenas construían sus trojas tipo palafitos, hechas de madera y bejucos con espinas, para evitar el acceso de los insectos y se comieran los alimentos almacenados. Estas trojas ya no se usan para almacenar alimentos y ahora guardan allí herramientas y equipos de trabajo para la agricultura y recolección de café.
Otro sistema de peso usado en las pulperías era la romana, adoptado en Hispania durante el imperio Romano, un artefacto que aun hoy se utiliza para pesar el café y el maíz por sacos.

Radio Bemba



El bodeguero o pulpero era la persona más y mejor informada del caserío. El conocía la “vida, obra y milagro” de su vecindario; las muchachas de servicio o “servicio de adentro” le mantenían informado de absolutamente todo lo que ocurría en los caserones de los alrededores. No había secreto alguno que las chicas, tan parlanchinas ellas, no le contaran, previo compromiso de “chiiito, esto es secreto”. Las novedades se repartían varias veces al día, cada vez que las “chachas” iban a la pulpería por el mandado.
Estas jóvenes hacían las compras para el almuerzo a mitad de mañana y en la tarde salían de nuevo a comprar cosas para la cena, oportunidades que les permitían intercambiar la “información secreta” de noticias y eventos de las respectivas casas donde trabajaban, para distraerse y compartir un rato con otras muchachas del vecindario en la misma misión. Salían de compras en las horas “pico” cuando había mucha gente en la bodega, y mientras las atendían se disponían a “oír de otras casas y a contar de las suyas” actualizando al atento  bodeguero, que escuchaba y retenía e intercambiaba información. El pulpero era pues, la persona mejor informada de la vecindad.
Las novedades más apreciadas y comentadas eran “las relacionadas con embarazos, peleas, divorcios, desempleados, reclutaos, enfermos, retrasos en la regla, en fin todo género de chismes y maledicencias”, cuenta don Rafael Ramón Castellanos, filósofo, historiador, autor del libro “Historia de la Pulpería en Venezuela” y regente de La Gran Pulpería de Libros Venezolanos, un verdadero templo del buscador de rarezas bibliográficas y del coleccionista de curiosidades de época, ubicado en Chacaíto, precisamente donde antaño estuvo una de las principales pulperías de Caracas.  
Las pulperías y bodegas eran el mejor centro de acopio de información  de la vida ajena. El pulpero era el jefe de la situación y de los chismes. Ejercía a cabalidad su papel de Radio Bemba, recabando y repartiendo las novedades que ocurrían en el interior de las casas de toda la vecindad.
Estos bodegueros atendían de forma rapidita a las feítas y a las bonitas las dejaban de último y para alegrarlas y conquistarlas con pedacitos de papelón con queso o con una ñapita de más y a veces ofreciéndole un par de pepas de ponsigué.  Estas muchachas iban muy arregladitas a la bodega,  pues de manera permanente se encontraban con jóvenes y viejos de la vecindad, tomando licorcito en pocillos, listos para atacarlas, y ellas gozaban riendo y quitándoselos de encima, defendiendo su honor e integridad, pues ellas mismas decían “nunca se la daré a cualquier enamorao de esquina, porque después que se comen te dejan colgando”.

Las primeras pulperías

 Carmen la que Contaba 16 años
Los Cañoneros



  


Durante la colonia la mayor actividad económica y popular de Caracas era alrededor de la Plaza San Jacinto, donde estaba ubicado el Mercado Mayor de Caracas. Allí se abrieron los portales, que fueron los antecedentes de las pulperías. Las pulperías se instalaron en viviendas de grandes corredores exteriores y en otros locales de tres puertas, situados en las esquinas. Las grandes pulperías caraqueñas llegaron a ser verdaderos centros comerciales de la época.
En la sociedad caraqueña de ese período las figuras más relevantes era la autoridad del rey y el clerical, el cura que iba con la cruz por delante. Estaban presentes el alguacil, el misionero y el comerciante. Para que hubiese economía tenía que haber alguien que comprase o cambiase a los agricultores e indígenas lo que ellos producían por lo que necesitaban, como aceite o especias. Así pues el pulpero, el alcalde, el alguacil y el cura echaron la base de la formación de todas las ciudades españolas de América.
Dicen los cronistas que las grandes pulperías caraqueñas llegaron a ser los verdaderos centros comerciales de la época, que geográficamente estaban emplazados en los cruces de caminos, alcabalas o en la entrada a las ciudades. Una estampa muy común de esos años coloniales refleja la usanza en el vestir siempre de manera elegante con el infaltable sombrero, que usaban incluso los niños.
“Esas pulperías tenían posada y terreno suficientemente sembrado de pasto para los arreos. El arriero jugaba un papel muy importante en la historia de la economía colonial y lo siguió jugando en la historia del abasto y aquí en Caracas hasta los años cuarenta. El lechero andaba en su burrito repartiendo la leche por La Pastora. Todavía en los años cincuenta descargaban en Caño Amarillo arreos de mulas. De Galipán siguieron bajando en mula flores y hortalizas hasta los años setenta”, se recuerda todavía.  

Comida, bebidas y todo para su belleza

En estas pulperías se vendía de todo, expendían velas de sebo, kerosene, tabaco en rama, ajo, pescado salado, manteca de cochino, cambures, papelón, queso blanco duro, caráotas, maíz, huevos, alpargatas, jabón, melcochas, caramelos, pastas, comino, café, nepe, sombreros de cogollo, sardinas y catalinas; y alguna que otra pulpería vendían artículos de lujo como -por ejemplo- el Ponche Crema de Eliodoro González P., talcos Mennen y polvo Sonrisas , las lociones Flor de Amor, Majestic, Gloria de París y la Royal Begonia.
Buena clientela tenían las brillantinas Roger & Gallet, la Violet y Palmolive; cigarrillos Alfa y Negro Primero, Avena Quaker y harina lacteada Nestlé, las cremas dentales Kolynos y Colgate, chocolate El Indio, Creolina, ceras para pulir pisos Johnson, Jamón Premiun, Jabón Las Llaves, Insecticida Flit, Sal de Fruta Eno, Glostora, Brylcreem, máquinas y hojas de afeitar Genn, entre muchísimos otros productos que comenzaban a invadir el mercado nacional.

Precios que no volverán

    Y las ofertas como en los mercados libres: carne de res (pulpa, costilla o ganso), y chuletas de cochino, a 2,oo Bs., el kilo; caraotas negras, a Bs., 0,50 el kilo; huevos a 8 por bolívar; queso blanco duro, a Bs., 1,20 el kilo; plátanos a 12 por bolívar. En la pulpería de Alfredo Herrera tenía un tonel de madera lleno cambures. Cuando alguna persona le pedía medio (Bs.,0,25) de cambures, él decía “coma y llévese los que pueda en una mano”.

 



@ElbaRomeroLopez




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