La
primera Semana Santa de la Caracas colonial –en ese entonces modestísima aldea
con sus chozas de paja y bahareque- se realizó al año siguiente de la fundación de la ciudad.
Esa primera vez las flores de los campos que circundaban a la ciudad adornaron la
pajiza ermita situada al noreste de la Plaza Mayor, dedicada al apóstol
Santiago, bajo cuya advocación había sido fundada Caracas.
También
se vieron las silvestres flores en la ermita de San Sebastián (primera
construcción religiosa en la ciudad de Caracas) *, un poco más al sur de la
Plaza Mayor. Eran éstos los dos únicos templos que tenía Caracas. Junto al
fervor y la fe de los encomenderos venidos de España se mostró el asombro de
los indios ante las desconocidas preces y ceremonias conmemorativas de la
pasión y muerte de Cristo.
Desde
la primera Semana Santa realizada en Venezuela de los tiempos de la colonia estuvo presente
la población indígena, primitivos habitantes que acompañaron a los españoles en
esos actos y dio su ofrenda de plantas de la montaña avileña, de su
Guaraira-Repano. Desde ella trajeron los indios la palma de cera (ceroxylon
andícola) que desde entonces sería llamada palma bendita
o palma de ramos.
Una
estampa inolvidable de aquellos años coloniales fue la de los parroquianos que
con hermosos ramos en las manos acompañaron la primera procesión de Semana
Santa aquel Domingo de Ramos. Las ventanas de las pocas casas que había en la
capital de Venezuela también estuvieron adornadas con ramos, “y no hubo choza con
ventana que no luciera una palma”.
Los indígenas
ofrendaron a Jesús presentes florales como la pesgua (gaultería adorata), la
angelonia (angelonia caracensis) y el maíz, tesoro de los aborígenes.
“La
pesgua y las flores de angelonia cubrieron el rústico piso de los templos y
perfumaron con su suave fragancia todos los días de la Semana Santa. Tiernas
plantas de maíz se unieron a la manzanilla (camomilla), cultivadas en las
huertas de legumbres, y primer aporte exótico del conquistador, para aparecer
en la noche del Jueves Santo adornando el altar de los modernísimos templos”,
reseña Graciela Schael Martínez, recordando aquellos tiempos coloniales.
Una primera
Semana Santa colonial en la cual se privilegió el aporte de la naturaleza, muy
cerca de Dios. Narran los cronistas de entonces que se celebró grandiosa y
sublime.
Esta
celebración se hizo tradición con los conquistadores, fieles a la uzansa
religiosa española; y desde entonces conservarían en sus hogares, tras las
puertas y ventanas, como protección, la crucecita de palma bendita que sería
renovada en la próxima Semana Santa. Y en otros sitios, cuidadosamente
envueltas, las flores de manzanilla en cuyas virtudes medicinales confiaban.
Al paso
del tiempo fueron surgiendo nuevos templos. Hacia el norte, a corta distancia
de la ermita de San Sebastian (llamada de San Mauricio, luego que la de San
Mauricio se quemó en el año 1579 y la imagen fue trasladada a la ermita de San Sebastián,
donde actualmente se encuentra, corresponde en la actualidad a la Iglesia de
Santa Capilla)*, la de San Mauricio (originalmente situada donde actualmente se
encuentra el correo de Carmelitas)*.
De
España o de México vendrían imágenes religiosas bellísimas, como las de San
Mauricio, San Jorge, Santiago, patrones militares de la ciudad.
De riguroso negro y morado
Por
remota liturgia en la Semana Santa se vestían de luto no solamente el altar que
se cubría con un velo negro, sino que desde el comienzo de la Cuaresma se
colocaba un gran velo fúnebre entre el altar y el coro, se cubría con tela
negra cada uno de las imágenes y se revestían de negro todos los altares, para
así ocultar su esplendor en ese tiempo de luto y penitencia.
En
aquellos años la Semana Santa era la conmemoración religiosa de más importancia
de todo el año. Seguíale el Jueves de Corpus.
La
capital contaba con cinco parroquias eclesiásticas al comenzar el siglo XIX y
en aquellos años de 1800 y tantos los fieles católicos acudían a estos cinco
recintos: Catedral, Santa Rosalía, San Pablo, Altagracia y La Candelaria
(existía también como parroquia la de San Juan Bautista, la cual fue proclamada
junto a la de Santa Rosalía en el año 1795)*, además de las iglesias llamadas
ermitas por no ser parroquias: San Mauricio, La Trinidad, La Divina Pastora.
Desde
tiempos remotos existían el Convento y la Iglesia de San Francisco, recuerda la
citada Graciela Schael Martínez.
Aunque en todos los templos se celebraba con inmensa
devoción la semana Santa, cada día correspondía de manera especial a una
iglesia; se presentaban los pasos y se establecía una especie de cristiana emulación
entre los distintos templos en cuanto a su más hermosa realización.
El Domingo de Ramos era el paso
de Jesús en el Huerto en la ermita de la Trinidad. El lunes: Jesús en la
Columna, en la Candelaria. El martes: Humildad y paciencia en catedral. El
miércoles: Los Nazarenos de San Pablo y Santa Rosalía. El jueves, el Cristo de
Burgos, en Altagracia y el Viernes Santo, la Soledad y el Santo Sepulcro en San
Francisco.
Todos los caraqueños estrenaban topa en Semana Santa. Se
dedicaban a visitar si no todos los pasos al menos cinco de ellos. Era lo
tradicional, especialmente en el Jueves Santo. Se iba a pie a todas partes. Las
calles se plenaban de gente entregada a piadosa romería. El Jueves y Viernes
Santo no se trabajaba. Enmudecían todas las campanas de la ciudad. Eran día de
abstinencia y penitencia.
No se podía comer carne, solamente pescado. Surgieron por
aquellos tiempos iniciales consejas, mitos y leyendas, según los cuales, en
Semana Santa no se podía ir a los ríos a bañarse, porque la gente se volvía
pez. Había que ser muy recatados y mantener la compostura para no ofender a
Dios.
Eran tiempos de silencio, de devota tristeza, de oración,
penitencia y ejercicio de virtudes.
En la primera mitad del siglo diecinueve cayó la Colonia y
surgió la República, pero el viejo estilo de existencia, el espíritu colonial
en hábitos, tradiciones y costumbres, habría de prolongarse. Durante muchísimos
años la Semana Santa continuaría siendo como antaño, tiempo de procesiones en
las calles.
Elba Romero López
Más información en
Graciela Schael Martínez “Estampas
Caraqueñas”, editado por el Concejo Municipal del Distrito Federal. Caracas
1975 primera edición.
Artículo: El Culto al Nazareno
de San Pablo. Tres Leyendas. En la sección Religión del Blog Venezuela de
Antaño, viernes 23 de mayo del 2008.
Publicado por *Gerónimo Alberto
Yerena Cabrera.
Esta época del año es sumamente importante, une a las familias y nos trae un montón de fiestas y desfiles.
ResponderEliminarSigue escribiendo sobre todo lo referente a la Semana santa